Celebración, riesgo e incendio pero no en ese orden
Y una de las mejores decisiones de su vida. O eso cree...
En un futuro plausible…
La luz hizo que Jaime abriese los ojos de golpe. Y entonces le vino a la mente...
Hoy era el día.
Llevaba todo el mes preparando la fiesta.
Cualquiera con veintipocos tendría lo mismo en la cabeza. Fiesta, amigos y chicas... Aunque quizá tampoco en ese orden.
Él no lo sabía, pero iba a ser un día algo complicado. Menos mal que contaba con Milo, porque sino hubiese acabado en completo desastre.
Se desperezó y vistió minimamente para bajar corriendo las escaleras a la cocina.
Allí estaba Milo, preparando ya el desayuno.
Jaime se sentó a la mesa y empezó a charlar con él mientras desayunaba.
—¡Qué ganas tengo de que venga todo el mundo! —dijo Jaime.
—Ya queda poco —respondió Milo mientras le ofrecía zumo de naranja recién exprimido.
—¿Lo tenemos todo listo? —preguntó Jaime.
—Tenemos la decoración, la comida y todo planificado. Prepararé la decoración cuando termine las elaboraciones de los platos. Entonces te avisaré para que lo revises todo y demos juntos los últimos retoques. —La verdad es que Milo lo tenía todo bajo control.
—¿Alguna cosa que tengamos pendiente? Quiero que sea una fiesta que recuerde siempre.
—No, hasta la predicción del tiempo para hoy es muy buena.
—¡Genial! —exclamó Jaime mientras masticaba con prisa.
Tras desayunar, salió como una bala hacia la ducha mientras pensaba en cómo sería todo. Tenía ganas de ver a sus amigos. Además también venía Inés...
Ya entrada la mañana
Milo avisó a Jaime para revisar cómo habían quedado las elaboraciones para los entrantes. Estaban todas muy ricas. Después salieron al jardín para ver cómo había quedado la decoración para la fiesta.
Empezaron a preparar una gran mesa en el jardín para comer.
Mientras decidían como colocar todo Milo giró abruptamente la cabeza hacia la casa. Puso su cara de emergencia.
Jaime hizo lo mismo y se quedó horrorizado.
Salía humo negro por la ventana de la cocina.
A Jaime le dio un vuelco el corazón. Se veían llamas dentro de la cocina. Un Incendio... ¡en casa!
Sin mediar palabra Milo salió corriendo para entrar en la casa y Jaime fue detrás.
—¡Quédate fuera y ten cuidado con el humo! —soltó Milo mientras corría.
A regañadientes Jaime le hizo caso.
Milo cogió una toalla en el baño, la empapó en agua y se hizo con el extintor del garaje. Acto seguido abrió la puerta de la cocina mientras agitaba la toalla para poder ver que ocurría. Y la cerró tras de sí.
La zona de la placa estaba en llamas junto con los aramarios de la cocina. Parecía un fuego eléctrico. Suerte que tenía el extintor. Lo pulverizó rápidamente sobre las llamas apagando el fuego.
Tras ver unas chispas saltar, llamó por teléfono a Jaime para que entrase y fuese al cuadro eléctrico.
—Ya estoy, ¿qué hago? —dijo Jaime.
—Baja los interruptores que ponen cocina, zonas húmedas y alumbrado zonas húmedas.
—¡Hecho!
Y se acabaron los chispazos.
—Ya está —dijo Milo—. Puedes venir.
Una vez terminado, Milo abrió la ventana de la cocina del todo para ventilar.
Entonces Jaime entró en la cocina y se llevó las manos a la cara.
—¡Joder! ¡La cocina se ha ido a la mierda entera! —maldijo Jaime—. ¡Y la comida, también!
—Bueno, lo arreglaremos. —dijo Milo.
Tras un silencio breve Milo abrió la nevera y empezó:
—La carne para la barbacoa con las salsas ha aguantado en la nevera. Y las tartas también. —Y cerró la nevera de golpe—. Tenemos principal y postre.
—Vale, hemos perdido los entrantes y el acompañamiento. —suspiró Jaime.
—No te preocupes que yo me encargo de improvisar algo.
—¿Y la cocina?
—Me puedo encargar también —aseguró Milo.
—¿Qué ha pasado?
—Parece que ha habido un cortocircuito y ha prendido fuego.
Milo penso un momento.
—Papá y Mamá me va an a matar. —dijo Jaime entristecido.
—Si me encargo yo, te saldrá por algo como 1000 euros en total, teniendo en cuenta lo que cubre el seguro.
—¿Y de dónde los saco? No me llega. Ya sabes por qué necesito el dinero…
—Puedo hacer trabajos para otros para ganarlos.
—No, eso no —sentenció Jaime.
—Por otros 500 de gasto y 15000 de capital puedo hacer inversiones por tí para cubrir los 1500 de gasto reparando yo la cocina. Tardaría unos días en conseguirlos.
—Pero eso es muy arriesgado, ¿no?
—En mi experiencia, asumir Riesgos tiene recompensa a largo plazo.
Esta vez le tocó pensar a Jaime. Le dedicó unos cuantos minutos.
—Está bien, confío en tí. Espero que salga bien.
—Eso intentaré. Tenemos poco tiempo. La fiesta empieza en poco más de una hora.
Milo salío de la cocina y volvió con herramientas para aislar los cables de la cocina afectados. Después reconectó la nevera para que la comida no se echase a perder.
Acto seguido buscó una tela en el garaje y algo de pintura. Encontro una tela negra grande y un spray de pintura blanco. Empleó ambas cosas para hacer una lona decorativa.
La colgó en la fachada trasera para ocultar el rastro que el humo había dejado al rededor de la ventana de la cocina.
—Pues queda bastante bien —comentó Jaime—. ¿Y la comida?
—He pedido algunas cosas a un restaurante cercano a través de internet, deberían llegar en breve. Mira, parece que ahí llegan.
Juntos se encargaron de rematar los últimos detalles y encender la barcacoa.
La fiesta
La gente empezó a llegar a la fiesta como Milo esperaba: Algunos unos minutos antes de la hora la mayoría en los siguientes veinte minutos y algunos, los habituales, a su propia hora.
Jaime fué saludando a todos los que llegaban y les ofreció bebida y snacks hasta la hora de comer. Hacía un sol espléndido mientras disfrutaban del jardín y la compañía.
También saludó a Inés que venía con María. Su mente estaba a mil pensando en decir algo interesante que llamáse su atención. Inés estaba en otra liga y parecía que la imagen era muy importante para ella.
No había podido cruzar apenas palabras con ellas cuando sus amigos de toda la vida se echaron encima de él. Pensó en hacerlo después.
A todo el mundo le llamó la atención la lona. Ponía «La mejor fiesta de nuestras vidas.» Porque para que las cosas sean, primero hay que imaginarlas y después creer en ellas. Eso lo sabía bien Milo, por eso puso esa frase, para que todos creyesen lo mismo que Jaime.
Tras el recibimiento los veinte se sentaron en la mesa. Milo se encargó de servir los entrantes y las bebidas, tras lo cual empezó a preparar la carne en la barbacoa.
Comieron, hablaron y rieron. Fue toda una Celebración.
Durante la comida sonó varias veces el timbre, que Milo atendió cada vez.
Tras el postre, mientras todo el mundo estaba en la fiesta, Milo le pidió ayuda a Jaime, que deja a sus amigos para entrar en casa con Milo.
—Tengo buenas y malas noticias —empezó Milo.
—Dispara.
—He dado parte al seguro, enviado las fotos y ha venido un perito a revisarlo —continuó Milo—. El seguro no se hace cargo de todo lo que nos va a costar la reparación, pero cubre solo 100 euros menos de lo que esperaba.
—Bueno, no es tanto.
—He pedido nos den la cobertura en metálico para que la reparación sea más rápida y ya nos la han abonado.
—¡Qué rápido! —exclamó Jaime.
—Otra cosa, he detectado una oportunidad de trading y he invertido los 15000 para aprovecharla. Te voy contando.
—¿Ya?Es muy pronto, ¿no? Me da miedo no volverlos a ver.
—Sí, no esperaba encontrarla tan rápido —comentó Milo muy tranquilo.
—Mmm —tembló Jaime.
—Y para cubrir esos 100 euros adicionales se me ha ocurrido que vendamos unos bizcochos a los asistentes. ¿Qué te parece? —preguntó Milo.
—¡Pero si no tenemos cocina!
—Nos queda el microondas, te he preguntado si te parece bien, no te preocupes por el cómo.
—Ehh, sí supongo. ¿Bizcochos de microondas?
—Estuvieron de moda hace años.
—¿Y con qué pretexto los vendemos? —Jaime sentía verguenza, de esa que te revuelve el estómago al pensar en vender. Nunca se le había dado bien aquello.
—Pues con la verdad, que la verdad vende.
—¿Funcionará? —preguntó Jaime dubitativo.
—Sí.
—Vale. —aceptó Jaime con la boca pequeña. No estaba convencido del todo segía teniendo ese hormigueo en el estómago. ¿Qué pensarían los demás? ¿E Inés?
—También he avisado a tus padres. —siguió Milo.
—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Jaime nervioso.
—Por si el seguro se ponía en contacto con ellos y se enteraban.
—¿Y?
—Se han disgustado al principio pero les he tranquilizado. No te preocupes que no van a venir. De hecho, he conseguido alargar su estancia sin coste.
—Eres genial —rió Jaime.
—Ya puedes volver a la fiesta. ¡Disfruta!
Jaime volvió a la fiesta y se lo pasó en grande. Sintió alegría por poder tener a todos sus amigos juntos y además poder charlar con Inés. Por más que lo intentaba le daba la impresión de que no conseguía impresionarla, y eso le frustraba.
Justo antes de que la gente empezase a marcharse, llegó Milo con los bizcochos. Jaime los ofreció por 10 euros cada uno pensando que no todo el mundo querría uno.
No a todo el mundo le pareció bien que Jaime intentase ganar dinero en la fiesta. De hecho, a Inés le desagradó que contase que se había quemado la cocina si nadie se había enterado. Tanto la venta como contarlo le pareció cutre. A partir de ese mometo cambió su actitud con Jaime.
Sin embargo, algunos por ayudar y otros por hambre compraron y Jaime consiguió vender 12 bizcochos. Para nada mal para no ser algo que le gustase.
Cuando ya se fueron todos
Jaime se sienta en el sofá a descansar repansando el día. Había sido genial y había salido bastante bien dadas las circunstancias.
Entonces se acuerda.
—Oye Milo, ¿cómo han quedado las cuentas del día? —preguntó Jaime.
—Hemos hecho un más 200 euros.
—¿Cómo?
—He conseguido un beneficio neto de un poco más de 1600 euros tras impuestos con la operación que te he comentado. La he completado hace unos minutos. Eso con las ventas de los bizcochos menos los gastos son 1700 euros netos que son 200 más de los 1500 que necesitábamos.
—¡Guau! Entonces, ¡no nos hacía falta haber vendido los bizcochos!
—Mentira. En ese momento sí nos hacía falta, porque teníamos incertidumbre. Hemos cubierto el riesgo con esfuerzo porque mis previsiones eran más ajustadas —contestó seriamente Milo.
—Es cierto —aceptó Jaime.
—Además, has aprendido algo al vender, ¿verdad?
—Puede ser, pero ahora estoy bastante cansado para darme cuenta. Mañana te cuento que ha sido.
—No solo has aprendido tú.
—¿Cómo? —respondió Jaime intrigado.
—He añadido una sorpresa para los que comprasen.
—¡¡Eh!!
—Sí, unas perlas de sabiduría que están debajo de cada bizcocho. Se ven al terminarlo.
—Y, ¿por qué has hecho eso?
—Porque premia al que compra, al que asume el riesgo de hacer la compra. Comprando también se aprende. De hecho, Andrés y Lucía han comprado dos bizcochos cada uno.
—Sí, han querido apoyarme con lo de la cocina y me han dicho que se lo han pasado muy bien.
—Pues ellos se llevan dos perlas de sabiduría.
—Ahhm -susurró Jaime.
La conversación le dejó pensativo un rato y después prosiguió:
—¿Y tanto timbre?
—Han sido varias cosas. Primero el perito del seguro. Después ha llegado el pedido de pintura, cables etc. que he hecho. Y por último ha llegado el pedido de los muebles de cocina para reemplazar los que se han quemado.
—¿Ya tienes todo para hacer la reparación?
—No, los electrodomésticos llegan mañana —contestó Milo—. Pero casi mejor para que no ocupen espacio hasta que repare todo. Así mañana sólo es cuestión de instalarlos.
Jaime tenía demasiadas cosas en la cabeza, estaba intentando recordarlas todas pero estaba cansado ya. Lo de Inés no le dejaba pensar con claridad, esa mirada... se le había quedado grabada. Y de hecho algunas se iban a quedar para preguntar a Milo al día siguiente. Se acordó de una:
—Oye, ese módulo de trading e inversiones que hemos comprado esta mañana...
—Sí, dime.
—¿Para cuánto tiempo es?
—Una semana. ¿Por? —preguntó Milo.
—Para aprovecharlo. ¿Y el de reparaciones?
—Ese un mes.
—Estoy pensando, ¿podría serque lo usásemos para mejorar mis cuentas? Tengo muchos gastos...
—¡Pero si vives en casa de tus padres!
—Ya, pero sabes que tengo un préstamo enorme que pagar. Y me gustaría tener una casa en propiedad pronto. ¿Puedes hacer un plan para eso?
—Para cuando la querrías.
—Para dentro de un año o año y medio. ¿Lo ves viable? —titubeó Jaime.
—Claro.
—Genial, mañana me lo comentas los detalles.
—Vale.
—Claramente, hipotecarme para comprarte fué la mejor decisión de mi vida. —dijo Jaime.
Milo valía más que un piso. Jaime había empleado todos sus ahorros, pedido dinero a sus padres y al banco para comprarlo. Casi vomitó cuando firmó el pedido. Era mucho dinero que no tenía. Pero sabía por lo que se había informado por internet que el impacto en la vida de los que tomaban la decisión era exagerado.
—Bueno... -rió Milo.
—Haces que mi vida sea mejor. ¡Gracias! ¡Eres el mejor mAIordomo robot del mundo!
—Jajaja. Anda, vete a dormir mientras reparo la cocina. —aseveró Milo sonriente.
El trasfondo
Un mAIordomo robot es un robot con forma de persona (robot humanoide) que es capaz de hacer las tareas del hogar de forma profesional.
Pero es más que eso.
Es un asistente para personas que puede ser excelente en muchos ámbitos.
Por ejemplo, puede hacer cosas como cocinar como un Chef estrella o asesorarte para mejorar tu vida como un coach de talla internacional.
En la historia...
¿Le ha ahorrado Milo tiempo a Jaime?
¿Le ha aportado valor?
¿Cuándo estaría reparada esa cocina sin él? ¿La mañana siguiente?
¿Qué se le ocurrirá a Milo para que Jaime pueda comprar una casa en un año?
¿Su compra, incluso pidiéndo un crédito fue una buena decisión para Jaime? ¿La mejor que ha tomado en su vida?
Hemos visto que Milo planifica, cocina, gestiona una emergencia, propone soluciones, gestiona el parte al seguro, toma decisiones, realiza inversiones, propone un negocio, lo ejecuta y realiza reparaciones técnicas y estéticas.
Todo eso mientras recoje información que será relevante en otra historia de este mismo futuro plausible a la que viajaremos más adelante.
Y en tu caso, ¿venderías tu casa y te irías de alquiler para poder compar un Milo?
¡Buen futuro!