En un futuro plausible…
La tarde empezó...
Como cualquier otro sábado, David había quedado con sus tres amigos de siempre en el sitio de siempre. Algo habitual a los 16.
¡Hoy vamos al cine! —pensó David.
Compraron un montón de cosas para comer en la tienda de siempre y fueron al banco en el que solían estar antes de entrar al cine.
Era una película de acción y todos tenían ganas de verla. De hecho, llevaban tiempo esperando a que saliese.
Lo bueno de los días de cine eran las risas que se echaban antes de la película y los comentarios sobre ella que venían después. Eran tardes bien aprovechadas.
Tras haber hablado de la película, Juan sacó un tema:
—Y vosotros, ¿a qué os vais a querer dedicar? —preguntó.
—La orientadora del insti te está molestando —soltó Raúl, que era el más gracioso del grupo. Siempre estaba de burla.
—Jajaja —rió Juan.— Yo estoy pensando en ser piloto de avión pero igual me estoy flipando. Quería ver si vosotros estáis tan mal como yo.
—Pues yo quiero ser músico —dijo David.— Pero en casa me dicen que estudie algo que dé dinero.
—Me parece que vas a ganar tú David —apuntilló Raúl.— Lo de músico lo veo más difícil que lo de piloto.
—Oye, gracias por los ánimos, ¡eh! —soltó David.— ¿Y tú, que tienes en la cabeza?
—Pues me gustaría ser médico. Cirujano seguramente —respondió Raúl.
—Tampoco vas mal, eh —siguió David.
—Ya lo sé. Pero aún nos falta Enrique, ¿verdad?
—Yo todavía no lo tengo claro —dijo Enrique dudando.— Lo que sí sé es que tiene que haber muchas chicas.
—Jajaja —rieron el resto.
—Lo que quieres es tener muchas novias —le soltó Raúl. Como Enrique era su mejor amigo le vacilaba más a él que al resto.
—Negaré haber dicho eso —contestó Enrique.
—Jajaja —volvieron a reír.
La hora de la película ya se acercaba, se levantaron y siguieron con su conversación hacia el cine.
De repente, una voz de mujer los interrumpió, indicando que ya había llegado...
La cena
Todos se miraron entre ellos y entonces se quitaron sus bcasts.
Volvieron a abrir los ojos.
David, Enrique y Juan cruzaron sus miradas. Aquella tarde ya se había acabado.
Estaban de vuelta en casa de Enrique.
Tras unos segundos, se acercaron a la mesa a cenar.
Gema —la novia de Enrique— se encargó de abrir las cajas del pedido y de repartir la comida entre los seis que se sentaban a la mesa.
En un momento, a David le vinieron de golpe los casi veinte años que habían pasado desde aquel día. Era como si por unos minutos se le hubiese olvidado haberlos vivido.
Mientras preparaban la comida, su cabeza seguía en aquella tarde que tanto les marcó y aquella conversación que todos recordaban.
Miró a Juan. Ya no tenía 16 y pensó:
—Consiguió lo que quería; ser piloto —evaluó David.— Pero tras 12 años volando perdió el interés y pasó a ser instructor y a montar una agencia de viajes. Y eso que le costó sacarse todos los títulos, desde el de piloto privado al que le permitía ser capitán.
—La novedad se volvió rutina y tras haber viajado por todo el mundo, no había sitio que le pareciese especial. Todo ese esfuerzo y después las prioridades cambian, conoció a Linda y quiso tener familia. Las vueltas que da la vida.
Después miró a Enrique:
—Enrique era el que menos claro lo tenía de todos, o realmente quizá el que más -río David para sí.— Es cierto que había dado muchas vueltas, primero como camarero, después como relaciones públicas de una discoteca, luego como representante en una agencia de modelos, hasta que llegó a la fotografía de moda. Lo cierto es que en toda su vida siempre había habido mujeres... jajaja.
—Encontró la fotografía de casualidad un día que falló un fotógrafo y lo lejos que ha llegado con ella. Qué orgullo nos da ser sus amigos. Ahora ya lleva 3 años con Gema, quién lo iba a decir.
Entonces tuvo el reflejo de buscar a Raúl con la mirada, hasta que se dió cuenta de que no lo iba a poder encontrar.
Por último le tocó evaluar su propia vida, quizá la que más le costaba:
—Yo quería ser músico —se dijo para sí.— Pero empecé siendo técnico de sonido para poder ganar dinero. Me acomodé y dejé pasar los años sin dedicarle mi tiempo a mi música. Sentía que no valía para tener éxito. Al menos conocí a Laura con ese trabajo.
Giró la cabeza y miró a Laura. Sin duda mereció la pena ese trabajo.
—Menos mal que empecé a centrarme en mi música —siguió— y ahora ya puedo vivir de ello. Intentarlo ha sido la elección acertada.
Aunque al principio les costó hablar de ello, Juan rompió el hielo:
—Pues es una pena que Raúl no esté aquí hoy. Le echo de menos.
David y Enrique asintieron con la mirada y Linda lo reconfortó en la espalda.
—Se quería escaquear de decir unas palabras en nuestra boda —soltó David.
—Jaja —se escapó más de una pequeña risa.
—Nos falta ese sentido del humor —continuó Enrique.— La verdad es que estaba consiguiendo ser un buen cirujano y parecía que iba a llegar lejos.
Y así siguieron recordándole.
Cuando Raúl falleció unos años atrás, los pilló por sorpresa a todos y cada uno lo superó a su manera. David se lanzó a producir su música, al ver que la vida era demasiado corta como para esperar que las cosas llegasen solas. Juan ya llevaba tiempo planeando darle un cambio a su vida y esto fue la gota que colmó el vaso.
A Enrique fue al que más le costó asimilarlo. Había perdido a su mejor amigo y ahora le faltaba unde sus apoyos más importantes en la vida. Pero al final, le hizo sentar la cabeza y tener una vida más ordenada.
Su pérdida, aunque dolorosa, fue un aprendizaje para todos ellos.
La cena terminó imaginando que hubiese hecho Raúl en las ocasiones en las que se fueron viendo a lo largo de los años. Como en la boda de Juan, la primera vez que Enrique cubrió la semana de la moda de Nueva York y el fiestón que hubo después, o cuando David consiguió entradas VIP para Glastonbury.
No pudieron parar de reírse.
Fue el homenaje que necesitaban darle a su memoria.
El trasfondo
Los avances en interfaces máquina para humanos, en este caso de tipo mental, permitirán tanto leer lo que las personas están pensando como recibir información que nuestros cerebros pueda procesar. Esto puede incluir imágenes, sonidos, olores etc., que pueden obtenerse de una persona y crear experiencias inmersivas para otros.
En nuestra historia, David comparte el recuerdo que tenía de aquella tarde tan importante que empezó como otra cualquiera con sus amigos. Juan y Enrique reviven el momento desde la perspectiva de David y lo enriquecen con sus propios recuerdos.
Para ello utilizan sus dispositivos braincast que pueden funcionar en ambas direcciones.
Braincasting es por tanto retransmitir los recuerdos, ideas o conocimientos de uno directamente desde la mente. Y braincasters los que se dedican profesionalmente a ello.
Aunque evidentemente esta tecnología tendrá otros muchos usos, también se usará para compartir recuerdos de los que ya no están.
Hasta que llegue, recuerda, los días importantes de nuestra vida empiezan siendo días cualquiera.
Bueno entusiasta del futuro,
¡nos vemos en el próximo viaje del Futuropulsor!
P.D. Cuando salga esto te recordaremos entre varios. A ver si te crees que te puedes marchar antes de tiempo y dejarnos con esta sensación de falta a todos.